Por: Nanyelly Zaldívar Sobrevilla. Directora General de la DGEPE. 30/01/2022
Nací un 5 de octubre de 1976, con una sensibilidad hacia la vida y hacia la tierra. He vivido en armonía con la naturaleza; he sido y soy parte de un planeta vivo.
No es cierto que los seres humanos somos seres racionales
por excelencia. Somos, como mamíferos, seres emocionales que
usamos la razón para justificar u ocultar las emociones
en las cuales se dan nuestras acciones.
–Humberto Maturana
Mi Tierra Patria
Uno de los nueve dragones de la mitología china es el Dragón de la visión cósmica, nos invita a conocer y reconocernos como humanos, preguntarnos “¿quiénes somos?… ¿dónde estamos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?…” (S.I., 2007,p.5).
Creo que nací con una sensibilidad hacia la vida y hacia la tierra. Desde muy pequeña, hasta donde mi memoria alcanza a recordar, me veo queriendo mucho a los animales, siempre estuve acompañada de un gato, un pollo, un perro; iba a los árboles y tomaba orugas y me las llevaba a mi casa, las guardaba en el ropero y les daba agua y hojas hasta que mi mamá las encontraba y las sacaba. También me gustaba coleccionar piedras con formas extrañas y entre ellas siempre había un cubierto de metal, no sé por qué, nunca había tenido clases o conocimientos sobre minerales, pero los asociaba con las piedras.
A los nueve años me fui a vivir con mi abuelita materna y a los pocos meses nació Rosita, mi primita con la que crecí. Mi abue tenía un patio grande donde sembraba plantas, también había árboles de plátanos y naranjas; nuestro desayuno y cena de la mayoría de los días fueron plátanos fritos, plátanos hervidos, machuco que es el plátano macho verde, hervido y machacado, con azúcar o cocinado con jitomate, cebolla y chile; aprendí a cuidar las matas de plátano, a ponerles estacas cuando ya tenían una penca para que no se quebraran por el peso, a estar atenta por las noches y que en caso de escuchar ruidos en el patio salir porque había gente que se robaba las pencas, sabía el momento preciso en que había que cortarlas y colgarlas a medio sol para que terminaran de madurarse. Mi abue me heredó su amor por las plantas, yo sembraba con ella, tenía muchas, cuando visitaba a sus amigas, comadres y familiares siempre volvía con una patita de alguna planta (así le llamaba al esqueje); tenía con flores y sin flores, pero las que más abundaban eran las dalias (sus favoritas y ahora las mías) y las rosas; pero además esa admiración por los vegetales ha aumentado a través del conocimiento práctico y teórico que he ido desarrollando al paso del tiempo. “No existe hábitat terrestre en el que los vegetales (entendidos en el sentido amplio de organismos capaces de realizar la fotosíntesis) no hayan conseguido arraigar e introducir la vida. Desde los hielos de las regiones polares a los desiertos” (Mancuso, 2019, p. 19).
En nuestro pueblo no había agua entubada y las plantas la necesitan para vivir así que les echábamos la que sobraba de los trastes y la jabonosa que se sacaba de lavar la ropa, y por lo menos una vez a la semana yo acarreaba de un pozo agua limpia exclusivamente para las plantas; las flores siempre fueron grandes y hermosas, ahora que he estudiado el cultivo de las plantas entiendo que el agua jabonosa les servía para matar plagas; también las sembrábamos en el cementerio, donde se había sepultado a la hija de mi abue, mi tía Rosa, que no conocí, era un jardín desde la entrada, con flores de todos colores, y cómo no, si íbamos todos los días a chapear, a sembrar y regar; el sacerdote elegía cada año, en día de muertos hacer la misa en la tumba de mi tía y exaltaba lo hermosa que estaba.
Mis tíos son ganaderos y nos daban la carne y el queso, la manteca y la masa, que era la base de nuestra alimentación. Mi abuelita ponía a secar la carne porque debía durarnos muchos días. Ella o yo hacíamos bocoles con manteca de puerco y los acompañábamos de frijoles, queso y desde luego, carne. Cuando no había plátanos para cenar preparábamos bocoles de dulce, que son gorditas de harina con manteca de puerco, azúcar y si había le agregábamos piloncillo, y siempre café negro porque no teníamos dinero para la leche y nadie nos la daba. También teníamos puercos, casi siempre una puerca cargada (preñada), yo traía una cubeta de suero, que es el líquido que se le escurre al queso cuando se prepara, todos los días para ellos, que les ayudaba a engordar y a refrescarse. Cuando la puerca paría se vendían los puerquitos y mi abue compraba lo necesario para la casa, además, tuvimos algunos de engorda que se venden a los carniceros para que los maten y vendan su carne, cuando vendíamos nuestro puerco para que fuera sacrificado; la noche en la que lo iban a matar yo dormía muy poco, y en medio del silencio del pueblo de repente se oían unos chillidos espantosos, era mi puerquito gruñendo y yo lloraba por él, a la mañana siguiente aparecían las piernas colgadas en la carnicería de mi tío y yo iba a traer la carne y la manteca.
No tomábamos refresco, ni siquiera agua de frutas, siempre agua simple y café negro; no comíamos otro tipo de fruto o verdura que no fuera lo que había en el patio, tampoco comprábamos comida chatarra, nada de dulces, frituras o empaques, ni se nos ocurrían, ni se nos antojaba, además no había dinero para eso.
Desde niña yo aprendí a disfrutar el tocar la tierra con mis manos, a revolverla con estiércol de caballo, a quitar las piedras que impidieran el crecimiento de las raíces, a sentir las lombrices, a pintar los troncos de los árboles y las piedras que rodeaban las plantas con cal que a la vez servía de decoración y para alejar gusanos y a la famosísima hormiga “arriera” que acababa en minutos con una planta; aprendí a espantar, en cada pasada, las moscas de la carne seca que colgaba, a arrancar el “seca palo” de los naranjos, a ponerles palitos a las plantas para que no les ganara el peso de la flor (tutores).
De niña en mi pueblo había muchas culebras y cuando alguien encontraba una lo natural era gritar a los vecinos para que te ayudaran a matarla, cuando yo hallaba una, parecía que sabía que debía estar quieta, yo no gritaba y la tomaba con el palo de la escoba y con cuidado caminaba con ella mientras la admiraba y le hablaba en voz baja, le pedía silencio y tranquilidad para que no nos descubrieran porque sería su fin y yo me ganaría una regañiza por no avisar, la llevaba hasta la alcantarilla o al otro lado de la carretera y la dejaba irse; por las tardes cuando estaba anocheciendo el canto de los pájaros acomodándose en los árboles para dormir y en las mañanas para irse era cotidiano, era intenso y nos indicaba que era hora de preparar la cena o almuerzo, al paso de los años, cuando regresé no volví a escuchar a los pájaros; cortaron los árboles y los pájaros se fueron; hoy es sólo una leyenda que cuento a mis hijas.
También aprendí a cuidar y valorar el agua como un bien muy preciado porque, como ya dije, en el pueblo no había y no hay agua entubada, las sequías eran largas y difíciles, yo la acarreaba desde el pozo más cercano y tenía que bajar y subir una pendiente prolongada para traer una cubeta, en la época de sequía nos formábamos desde las 4 ó 5 de la mañana para esperar a que manara; había dos pozos, uno de agua para tomar y otro de agua para el gasto. Después de 5 a 7 viajes, en el último me bañaba, allá abajo, a un lado del pozo y subía ya limpia, así no gastaba el agua que ya había llevado a la casa que era para lavar trastes, trapear, para tomar, para las plantas y para que mi abue y la niña se bañaran, cada semana yo bajaba con cubetas de ropa a lavar en los lavaderos del pozo.
Cuando había tiempo libre, después de acarrear agua, limpiar y atender a los puercos, jugaba con mis primas; nuestros juegos eran al aire libre, arriba de los ciruelos, con un tambor a darnos vueltas dentro de él, deslizarnos con costales en las laderas de los cerros, ¡uyyy y cuando comenzaba la época de ciruelas los árboles se convertían en la principal atracción de los niños, pasábamos horas arriba o debajo de ellos comiendo el delicioso fruto!, y el día en que llovía era una fiesta infantil porque nos mojábamos en donde escurriera el agua, llenábamos todas las cubetas, tambos y cualquier recipiente en el que se pudiera almacenar el líquido tan preciado; el agua de lluvia además era como mágica, era resbalosa y servía para lavar la ropa, los trastes y bañarnos por varios días.
¿Quién soy?
Nací un 5 de octubre de 1976, mis papás son Teresa Sobrevilla Chacón y Marío Javier Zaldívar Pérez, mi mamá es originaria de un pueblo de la huasteca veracruzana, Temapache; y mi papá de la Cd. de México, antes Distrito Federal, se conocieron en Tabasco y después de un tiempo, en 1975 se casaron, se fueron a vivir a la Cd. de México, en la colonia Roma. Yo soy la primera hija de ese matrimonio y al año siguiente nació mi único hermano. Mis papás vivieron juntos 10 años, cuando se separaron yo me fui a vivir con mi mamá a su pueblo y mi hermano se quedó con mi papá; durante muchos años los vi muy poco, nos volvimos a encontrar cuando yo estudiaba en la Normal y nunca nos volvimos a separar.
Cuidé a mi papá en su vejez y lo vi morir, con mucho dolor emocional de mi parte porque siempre me hicieron falta mi papá y mi hermano; los años que estuvo conmigo mi papá no me alcanzaron para reponer el tiempo perdido. Mis hijas y los hijos de mi hermano crecieron juntos y se ven como hermanos.
Llegué a vivir a Temapache a los 9 años, mi infancia fue difícil, con muchas carencias pero hubo mucha gente que me quiso y me ayudó, mi tío Fila, mi tía María y mi abuelita que me dio casa y alimento. Siempre supe que tenía que estudiar para salir adelante, en aquellos tiempos la mayoría de las muchachas del pueblo se casaban y cambiaban de casa y de responsabilidades; a mí desde pequeña me gustó leer, observar el cielo, observar la forma en que crecían las plantas y cómo se reproducían los animales; tenía una amiga diferente, como yo, Julia; nos íbamos a la biblioteca del pueblo y leíamos de todo, arrancábamos las hojas de las revistas “Muy interesante” y las llevábamos con nosotras porque nos gustaba mucho lo que en ellas se contaba del mundo; leíamos arriba de los naranjos y platicábamos lo que haríamos cuando fuéramos grandes. Ella sería abogada y yo astronauta o algo así. Terminé la primaria y secundaria en el pueblo y como mis primas habían estudiado la carrera técnica de “Secretaria Ejecutiva” en el CETIS de Tuxpan, pues mi mamá me dio dinero para ir a sacar ficha a la misma escuela y ser “Secretaria Ejecutiva”; yo no quería esa carrera porque no tenía prepa entonces pregunté qué otras había y elegí “programación” esa sí tenía bachillerato; cuando le informé mi decisión a mi familia hubo comentarios a favor y en contra pero ya estaba dentro. Después de 3 años concluí la prepa, mi mamá me trajo a Xalapa y saqué ficha en la Benemérita Escuela Normal Veracruzana con la idea de regresar a la Normal de Tuxpan para hacer lo mismo pero cuando fui me dieron la noticia de que las fechas eran las mismas y ya no pude sacarla allá. No estaba muy convencida de ser maestra, en realidad no sabía qué estudiar, solo sabía que tenía que hacerlo; descubrí mi vocación ya en la Escuela Normal, me apasionaron las teorías educativas y los procesos mentales que se producen en los niños al aprender y su impacto en la transformación de las conductas; me emocionaron los experimentos de Pávlov donde mostraba que el aprendizaje se produce como un efecto condicionado, el conductismo de Skinner me sorprendió al explicar que el comportamiento se puede inducir incluso la felicidad, su manera de condicionar los comportamientos a través del efecto positivo (premio) y el efecto negativo (castigo) tan arraigados en las prácticas escolares; Freud me maravilló con su manera de entender la mente humana a través del psicoanálisis; me emocionó Bruner con el cognitivismo al darle un giro radical al entendimiento del aprendizaje y describirlo como un proceso activo, pero me apasionó la teoría Constructivista del Aprendizaje de Jean Piaget, tanto que aprendí y apliqué la prueba de Teberosky para evaluar el proceso de aprendizaje de la lectoescritura, la use durante muchos años como prueba diagnóstica con niños de primer grado.
Mis años de estudiante normalista fueron de mucho trabajo y perseverancia, mi tía María y mi mamá me enviaban dinero pero nunca me alcanzó, pasé días difíciles, trabajaba por las tardes en un videocentro y los días de descanso en una panadería, los domingos vendía ropa, que me daban mis compañeras, en un mercado. Pero finalmente y con mucho esfuerzo terminé mi licenciatura en Educación Primaria en 1999, en febrero del 2000 me presenté a mi primer escuela, estaba convencida de que llegaba a transformar vidas a través de la educación, la Esc. Primaria Benito Juárez, ubicada en la localidad de Nueva Vaqueria, en el municipio de Calcahualco, el último pueblo de las faldas del Pico de Orizaba; recuerdo que mi mamá me fue a dejar y al llegar me dio la impresión de que era otro mundo, un lugar desolado, frío, sin gente en las calles; una pequeña iglesia con su parque y un salón social sobresalían de las casas de madera; tocamos a una puerta y salió una señora con muchos niños, todos negros de sus caras y ropa, después entendí que se debía al tizne de la lumbre que hay en el centro de las casas donde se reúne toda la familia para apaciguar el frío. Nos mostró la escuela y dónde vivía el comisariado ejidal; mi mamá me dijo que no me dejaría ahí, que me regresara con ella y a ver qué hacíamos pero yo quise quedarme, le dije que para eso había estudiado, y me quedé a vivir ahí.
Fue un año de mucho aprendizaje, conocí las necesidades de las familias, sus sufrimientos ante el clima extremo, la pobreza, la lejanía y me adapté. La costumbre era que el lunes no se trabajaba porque había plaza (tianguis) en Coscomatepec y yo comencé a cambiar esa costumbre, mis compañeros maestros me acusaron con el supervisor por desacato a acuerdos y el supervisor consiguió que me cambiaran a otra escuela, me dijo, “maestra quiere trabajar, se va a una escuela de trabajo”.
A pesar de mi negativa a cambiarme me fui a Ocotitlán, mpio, de Ixhuatlán del Café; ahí estuve 17 años, en esa escuela me desarrollé plenamente como docente, aprendí de mis compañeros maestros, que tenían más experiencia que yo y eran muy dedicados, apliqué los conocimientos adquiridos en la Normal y aprendí más, mis grupos se ubicaron muchas veces en los primeros lugares de aprovechamiento en la zona escolar, pude ingresar y ascender en carrera magisterial y con ello mejoré mi salario, gané con mis alumnos varios concursos que nos llevaron a competencias estatales como en oratoria, cuenta cuentos y escolta; en dos ocasiones mis alumnos representaron a Veracruz en la convivencia nacional por ser ganadores de la olimpiada del conocimiento infantil, uno de ellos fue mi hija, también hicimos muchos viajes con padres y alumnos que implicaron trabajo, retos y aprendizajes.
En 2003 me casé con mi compañero y papá de mis hijas, Héctor; mis niñas hoy tienen 14 y 16 años, ellas han crecido en la lucha social, han dormido con nosotros en campamentos, han marchado y se saben cantos y consignas de lucha. En el 2017 decidí regresar a la sierra a trabajar, me fui a una escuela de organización incompleta, en una pequeña comunidad llamada Texopa, del mpio. de Alpatlahuac, ahí estuve dos años, y descubrí otra faceta de la docencia, la escuela multigrado, desempolvé el libro de Luis F. Iglesias “La escuela Rural Multigrado” y me entregué a mi nueva encomienda.
En el 2013, cuando yo laboraba como maestra en Ocotitlán, se aprobó la Reforma Educativa de Enrique Peña Nieto y en el país se levantó el magisterio en contra de esa ley, me uní al grupo de resistencia con sede en Córdoba y me convertí en maestra disidente, desobedecimos la ley, desconocimos al patrón y a los sindicatos y nos unimos a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. En el 2015 el partido morena nos invitó a participar con ellos en las contiendas electorales y después de platicarlo, nuestra lucha en las calles se trasformó en una lucha en las urnas, ese año participé como suplente a diputada local y en el 2017 participé como candidata a alcaldesa del municipio de Ixhuatlán del Café. En el 2018 me hice cargo de la promoción y defensa del voto de las elecciones locales y federales en mi municipio.
Al triunfar morena en el estado, el actual Secretario de Educación me ofreció la Dirección de Escuelas Primarias Estatales y es así como desde noviembre de 2018 me desempeño como Directora General en la Dirección General de Educación Primaria Estatal (DGEPE), puesto que desempeño con mucho honor porque soy conocedora de las luchas que muchos sectores de la población en México tuvimos que enfrentar para arrebatarle los espacios de poder a los gobernantes que había desangrado a México por décadas. Han sido dos años de mucho trabajo, sin vacaciones, hemos tenido que hacer frente a los grupos que vieron amenazados sus intereses, a muchos vicios y males heredados pero seguimos luchando. Yo decidí prepararme académicamente para ello me dispuse a ingresar al doctorado, lo cual ha significado un gran reto porque mi trabajo es absorbente y demandante, además de ser mamá de dos adolescentes, esposa e hija, sin embargo he ido saliendo adelante gracias al apoyo de mi familia y del equipo con el que cuento en la DGEPE.
Descripción de mis experiencias de aprendizaje
En todas las etapas que me han tocado vivir he tenido grandes experiencias de aprendizajes que han forjado la mujer que hoy soy. Desde mi infancia, aprendí de los errores y aciertos de mis padres, la alegría de mi mamá y vivir con intensidad de mi papá; del carácter fuerte de mi abuelita con su sentido de supervivencia, su gran fe y su honestidad, de mis tíos trabajadores, de todos mis maestros, los buenos y los no tan buenos, de mis compañeros maestros, de mis alumnos con quienes desarrollé habilidades y me obligué a entender matemáticas y a mejorar mi ortografía porque tenía que enseñarlo; en cada una de las comunidades donde he trabajado he aprendido a amar la tierra, a valorar el trabajo del campesino, a reconocer los ciclos de la naturaleza, la importancia del sol y de la lluvia, del abono, del respeto y cuidado del medio ambiente; he aprendido a valorar las costumbres, las comidas, las danzas, los rituales; en la lucha aprendí a sobrevivir en la adversidad, a caminar con la frente en alto a pesar de los señalamientos, a dormir entre ratas y personas drogadas; aprendí a hacer una didáctica distinta, más apegada a la realidad de los niños, más sensible; aprendí a desobedecer y a defender mis ideales; con mi esposo aprendí a creer en un ser supremo, con mis hijas he aprendido qué es el amor puro e incondicional; he conocido lo que es ser traicionada y también el valor de la lealtad, me he enamorado y desenamorado, me he decepcionado y me ha sorprendido la capacidad que tengo de volver a creer en la humanidad.
Hay dos hechos que han marcado mi vida, sé que para siempre. El primero de ellos fue haber parido a mis dos hijas, el milagro de la vida, verlas y sentirlas crecer dentro de mí, el momento de la concepción, amamantarlas, llorar y reír con ellas, verlas crecer, trabajar y esforzarme por ser mejor por ellas y pensar en ellas en todo momento, siempre tenerlas presente, eso es mágico, rezar porque siempre estén bien, aun cuando yo ya no esté. El otro momento determinante fue ver morir a mi papá, estar tan cerca de la muerte, escuchar el último sonido que emite el cuerpo de un ser humano al irse, su última mirada e inhalación, ser testigo de que al final la muerte venció a mi voluntad y mi decisión de mantenerlo vivo, aceptar que tenía que dejarlo ir y soltarlo.
Y es que la vida y la muerte han sido siempre un enigma y así se crearon explicaciones en las diferentes culturas, se desarrolló la noción de espíritu y alma hasta que surge la ciencia que explica la vida como el producto de un conjunto de reacciones químicas que evolucionaron hasta llegar a como la conocemos hoy. Margulis y Sagan conciben a la vida como un fenómeno solar, como la conversión de elementos químicos pero además definen a la vida con el proceso de crecer y morir.
Reconocer aquellas dimensiones que me gustaría fortalecer
Me gustaría heredar a mis hijas y a mis alumnos un mejor modo de vivir, una manera de relacionarse con el planeta con armonía y respeto; enseñarles a través de mi propia vida que se puede prescindir de muchas de las cosas que tenemos y que es posible ser felices con poco.
Los autores del libro “EDUCACIÓN RELACIONAL HACIA UN NUEVO PARADIGMAEDUCATIVO” reconocen que lo que nos distingue a los seres humanos de los demás seres vivos es nuestra matriz biológica pero también cultural, un concepto nuevo y revolucionario en la ciencia, es decir los humanos estamos conformados de un entretejido de dimensiones.
La idea de una matriz biológica y cultural del ser humano y de la humanidad, forma parte de una concepción que entrelaza las dimensiones de su naturaleza físico, biológica, psicológica, emocional, social, cultural y espiritual; dimensiones que no pueden considerarse como separadas, sino que se encuentran entramadas en una realidad multidimensional y dinámica que se expresa a lo largo de la vida. Esta concepción, de carácter holístico y complejo, sugiere que el desarrollo humano y los procesos de cognición y aprendizaje que lo acompañan, tienen y deben tener lugar en los múltiples niveles de la existencia de su ser. (Canal, 2011,p.43).
Espero que me dé tiempo de tener una casa en donde habitemos en equilibrio con el medio ambiente, con energía limpia, baños ecológicos y espacio para árboles, plantas y animales; En lo material es todo lo que ambiciono, en la dimensión emocional y biológica deseo salud y felicidad para mis seres queridos. Así mismo existe otra fase en mi persona y es la profesional que está muy relacionada con mis ideales y es parte de la dimensión social. Deseo hacer un buen trabajo, acercar las posibilidades a los maestros, alumnos y en general a las escuelas que lo necesiten, demostrar que podemos transformar las vidas de las personas y de los pueblos a través de la educación, del compromiso y del trabajo arduo y colaborativo, creo tener mucha pila para ello, paciencia para los malos tiempos, esperanza en los seres humanos, fe en las nuevas generaciones y amor por la infancia.
Para lograr eso necesito fortalecer algunas otras dimensiones de mi ser, y de manera muy especial reconozco que debo poner atención en mi persona psicológica, emocional, física y espiritualmente; me he olvidado de mí por mucho tiempo, no he querido reconocer que si yo estoy bien quienes me rodean estarán bien; que para seguir levantándome con energía necesito cuidar mi alimentación y mi salud; debo hacer ejercicio, y encontrar un espacio para mí y solo para mí, algo, una actividad o un pasatiempo que me haga feliz a mí y no a los demás, debo acudir al doctor cuando me enfermo y tomarme la medicina con disciplina, debo vitaminarme y descansar. Tengo derecho a enfermarme y quedarme en la cama un día, tengo derecho a hacer un viaje, a consentirme y quererme. Mi hija mayor me dijo hace poco que no puedo darle a los demás lo que no me doy a mí misma, aunque sí he podido siempre pero me he desgastado mucho.
También necesito pasar tiempo con mi familia, pero el tiempo siempre lo tengo ocupado así que el que tenga debe ser de calidad, una comida, una cena, un fin de semana, una celebración; debo crear espacios disfrutables, agradables e imborrables; pasar tiempo con mis amigos; cuando uno crece y se hace adulto, esposa y madre se olvida de lo sano que es tener y pasar tiempo con amigos, no en el trabajo, un tiempo especial.
Requiero organizar mis tiempos, vivo al límite de mis capacidades, siempre ocupada, siempre estresada, siempre con un pendiente, siempre con un retraso. Es necesario que aprenda a planificar mis actividades a lo largo de la semana para no verme tan apurada y estresada, he notado que eso afecta mi estado de ánimo y mi salud.
La experiencia me ha ayudado a entender que hay cosas que no puedo controlar, que el tiempo sigue su curso y que las etapas de la vida llegan tarde o temprano; que me debo preparar para despedir a seres queridos y también para ver irse de mi lado a mis hijas, debo planificar la vida que quiero para mi vejez y también estar consciente y hacer conscientes a mis seres queridos de que nadie tiene la vida segura y de la fragilidad de ella. Además de vivir cada día bien vivido hay que prepararse para lo que pudiera ocurrir.
La importancia del aprendizaje a lo largo de la vida y mi responsabilidad social
La vida es un proceso continuo de aprendizaje. A lo largo de mi formación docente he tenido acercamiento a distintas teorías del aprendizaje, la mayoría de ellas basan sus preceptos en la razón, en procesos mentales que se desarrollan a través de la interacción con el medio ambiente, desde el conductismo hasta el constructivismo, dichos componentes ambientales al ser absorbidos por el sujeto aprendiente se transforman en una estructura mental, por consiguiente, de acuerdo a estas explicaciones es el medio exterior quien determina los aprendizajes.
En el Doctorado en Política y Evaluación Educativa he conocido un nuevo paradigma que concibe al cerebro como un sistema cerrado y autopoiético, lo que implica que el aprendizaje, es un proceso interno, es decir, un proceso subconsciente que depende del propio individuo en donde las emociones juegan un papel fundamental. “Muchas veces se dice que los seres humanos somos racionales, pero yo creo que en realidad somos seres emocionales, que podemos recapacitar para escoger lo que podemos hacer en distintas circunstancias de la vida” (Maturana, 2018).
Esta novedosa manera de explicar lo que es el aprendizaje tiene un impacto en la educación y el sentido que los docentes le damos a nuestra enseñanza, entender que los seres humanos somos biológico-culturales abre un panorama distinto, diverso y abierto; pero además crea la posibilidad de comprender que no sólo aprendemos en la escuela, aprendemos también en el convivir, aprendemos a lo largo de la vida.
Como lo he dicho, mi aprendizaje inicia desde que llego al mundo, sin duda, aunque no lo recuerde, aprendí a caminar, a comunicarme, a alimentarme por mí misma, a defenderme y a relacionarme. Aprendí en las interacciones con las personas que han sido parte de mi vida, con mi entorno, en la escuela; pero sobre todo he desarrollado aprendizajes a través de mis emociones, ¡y vaya que si soy emocional!; debido a que he sentido tristeza, alegría, amor, temor, coraje, ternura; esas emociones han guiado mi aprendizaje y por fortuna me han ayudado a reconocer la responsabilidad social que tengo en todos y cada uno de los ámbitos en los que me he desenvuelto; como hija, como madre, como esposa, como maestra, como integrante de un grupo de lucha social, como militante de un partido de izquierda y como funcionaria pública.
Hay responsabilidades bien definidas de acuerdo a cada ámbito de desenvolvimiento pero de manera general las identifico en tres grupos:
- Responsabilidad con la protección y cuidado de mi nicho ecológico.
- Responsabilidad con la formación-educación de los niños y jóvenes.
- Responsabilidad para colaborar en todos los asuntos de los que no me ocupo directamente.
Participación como presentadora y mi alumno Diego como orador en un foro educativo en el Congreso del Estado.
Reflexiones sobre mi persona, el sentido que le doy a mi vivir en mi estancia en el planeta Tierra
Mi formación ha sido de servicio, crecí sabiendo que se viene al mundo para servir y conocí lo feliz que se puede llegar a ser siendo útil a los demás. Ese desarrollo como parte de una comunidad y de un entorno me ayudó a formarme un gran sentido de responsabilidad para con los otros, con la naturaleza y con los seres humanos. Nadie me lo dijo, ni me enseñaron formalmente en una lección escolar, pero sé que parte de mis obligaciones es cuidar el entorno, por ello en mi vida diaria trato de utilizar adecuadamente los recursos naturales y materiales, en mi casa aplicamos la estrategia de las 3 R. reducir, reciclar y reutilizar; mis hijas se han criado en este contexto de compromiso con el planeta pero además, al ser maestra sé la importancia que tiene la educación para desarrollar la cultura de la prevención y del cuidado del medio ambiente, por ello desde mi espacio de influencia como docente he creado acciones que ayuden a desarrollar esas actitudes en los niños, como el reciclado de botellas, la separación de basura, el jardín botánico, y la planificación de clases sobre el cuidado de la naturaleza.
Además, con el pasar de los años he encontrado distintos sentidos para vivir, desde luego que mi principal motor son mis hijas y mi familia y deseo dejarles un mejor mundo, uno más justo e incluyente, un mundo saludable.
Soy una mujer sensible, me es muy sencillo ser empática, he vivido en armonía con la naturaleza, sin planearlo, sin proponérmelo sino porque me tocó nacer en estas circunstancias, he sido y soy parte de un planeta vivo, no soy dueña de él; me identifico con las causas justas y con las clases oprimidas, por ello lucho para de darle voz a quienes no han sido escuchados y generar espacios incluyentes, ejemplo de esto han sido los foros y encuentros de docentes de escuelas multigrado y rurales que hemos realizado en el periodo de confinamiento social donde los maestros de las escuelas más marginadas han tenido la oportunidad de compartir las estrategias que han utilizado para mantener comunicación con sus alumnos con y sin el uso de tecnología.
Así como Hugo Assmann, creo que “educar es la tarea social emancipadora más avanzada”, por ello abandoné un día la seguridad de mi aula y salí a la calle a luchar por la educación pública, pero sin olvidar mi compromiso con mis estudiantes que implica que debo prepararme y mantenerme actualizada así como crear ambientes agradables que propicien el aprendizaje por placer, una escuela en donde todos disfrutemos el tiempo que se permanece en ella. Lo anterior conlleva a reconocer que el proceso de educar tiene como principios, que educar es un proceso creativo, que los conocimientos tienen una inscripción corporal, que la vida y el conocimiento son inseparables, que se aprende mejor por placer, y que es necesario flexibilizar los lenguajes pedagógicos, como lo afirma Assmann en su libro “Placer y ternura en la educación”.
Fuentes
Agamben, G. (2020). Sopa de Wuhan (1.a ed.). Desconocido, Desconocido: ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio).
Assmann, H. (2001). PLACER Y TERNURA EN LA EDUCACIÓN Hacia una sociedad aprendiente (1.a ed., Vol. 1). MADRID, ESPAÑA: NARCEA, S. A. DE EDICIONES.
CANAL M., M. E., DEL CALLEJO C., D. D., HERNÁNDEZ A., R., OCHOA C., O. A., PEREDO C., P. B., & VELASCO T., J. M. (2011). EDUCACIÓN RELACIONAL HACIA UN NUEVO PARADIGMA EDUCATIVO (PRIMERA ed., Vol. 1). Xalapa, VERACRUZ, MÉXICO:
IETEC-Arana Editores
Guillaumín Tostado, A. (2007). ¿Qué hacer desde la educación?, o en busca de los Nueve Dragones (S.I. ed.). S.I., S.I.:
S.I.
Mancuso, S. (2019b). El increíble viaje de las plantas (primera ed., Vol. 1). Barcelona, España: Galaxia Gutenberg. Maturana, H., & Pörksen, B. (2004). Del Ser al Hacer (PRIMERA ed.). CHILE, CHILE: COMUNICACIONES NORESTE LTDA.
http://www.revistadeeducacion.cl/como-influyen-las-emociones-en-el-proceso-del-aprendizaje/