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La Revista Mexicana de Investigación Educativa. Una trayectoria de construcción de comunidades en la educación

by staff

INTRODUCCIÓN

La Revista Mexicana de Investigación Educativa (RMIE) es una publicación arbitrada que surge en 1996, fundada por el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE). La RMIE es un foro de convergencia en torno a la disciplina de educación y la investigación educativa desde diversas perspectivas teóricas y empíricas, tanto en enfoques emergentes como de larga tradición investigativa (Consejo Mexicano de Investigación Educativa, 2018). Por su parte, el COMIE es una asociación de carácter civil fundada en 1993 con sede en México que agrupa a especialistas en el área provenientes de instituciones públicas y privadas con el objetivo de promover la investigación educativa a partir de estrategias como congresos (Congresos Nacionales de Investigación Educativa, los cuales se realizan cada dos años desde 1993, y el Encuentro Nacional de Estudiantes de Posgrado en Educación, desde 2011), reuniones periódicas (de miembros, las cuales se realizan bienalmente desde 2006), productos editoriales sobre temáticas específicas y una publicación periódica (la RMIE) (Consejo Mexicano de Investigación Educativa, 2014).

En 2023, la RMIE cumple 27 años de publicarse ininterrumpidamente, centrando sus esfuerzos en fomentar la investigación y debates críticos en el ámbito de la educación, con lo que ha llegado a 28 volúmenes y 99 números. Como lo refiere el director fundador de la RMIE, Mario Rueda Beltrán, el primer reto de la publicación fue constituirse en un “un foro académico plural del complejo espectro de trabajos de investigación educativa que se producen en nuestro país, sin descuidar el diálogo con la comunidad latinoamericana e internacional” (Rueda Beltrán, 1996).

En la búsqueda de difundir y profundizar la investigación educativa tanto en México como en diversos contextos del mundo, la RMIE ha convocado a diversos referentes del campo educativo y ha adaptado su dinámica de publicación para dar mayor dinamismo a los debates de su disciplina: hasta el año 2000 fue semestral; posteriormente, entre 2001 y 2003, tuvo una edición cuatrimestral y desde 2004 su publicación es trimestral (Ruiz-Cuéllar, 2020). Otra de las estrategias que ha realizado para el cumplimiento de su misión es que a partir del número 10 se implementaron números semitemáticos, en los cuales se dedica la mitad de los artículos a un tema específico (Villa Lever, 2011). Esta estrategia obedeció a la necesidad de abordar asuntos educativos de los que no existe suficiente investigación o en los que se puede profundizar.

Una perspectiva de la dimensión que ha cobrado la investigación y la comunicación científica en educación, específicamente en Latinoamérica y en México, la ofrece el volumen de revistas de la disciplina: a noviembre de 2023 se documentan 1,649 revistas vigentes en Latindex, de las cuales 149 son mexicanas y 32 de estas se encuentran en el Catálogo Latindex (Latindex, 2023). Por su parte, en el Directory of Open Access Journals (DOAJ) se identifican 444 latinoamericanas, de las cuales 23 se editan en México (DOAJ, 2023). A su vez, desde el Sistema de Información Científica Redalyc (Redalyc) se identifican 115 revistas de la región, 19 de ellas mexicanas (Sistema de Información Científica Redalyc, 2023).

Al mismo tiempo, la consolidación de la comunicación científica en educación se expresa en la conformación, en 2015, del Consorcio Mexicano de Revistas de Investigación Educativa, con la finalidad de fortalecer a las revistas que lo constituyen y buscar un mayor acercamiento con la comunidad académica de su ámbito. Las revistas que lo constituyen son Perfiles Educativos, la Revista de la Educación Superior, la Revista Iberoamericana de Educación Superior, la Revista Latinoamericana de Investigación en Matemática Educativa y la RMIE (Márquez, Ordorika, Díaz Barriga, Cantoral et al., 2016).

Quien fuera la directora de la RMIE entre 2007 y 2011 sostiene que “no fue la primera revista seriada en México dedicada a la difusión del conocimiento especializado acerca de la educación, pero sí la que cumplió con mayor prontitud las normas internacionales básicas de principios del siglo XXI para las publicaciones académicas de ‘primer nivel’” (Quintanilla, 2023). Este trabajo editorial se observa en distintas perspectivas, siendo una de estas el reconocimiento que la revista ha logrado en índices y colecciones: forma parte de DOAJ, SciELO, Latindex, IRESIE, Catmex, CLASE, Scopus, Redalyc, entre otros. Asimismo, desde 2001 forma parte del entonces denominado Índice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, hoy Sistema de Clasificación de Revistas Mexicanas de Ciencia y Tecnología (Rodríguez Gómez, 2017).

Se ha definido la RMIE como una revista científica, pero ¿qué es una revista científica? ¿Qué es en la actualidad, cuando ha pasado de ser un órgano de comunicación a un instrumento de evaluación?

Históricamente se definió a la revista como científica no porque escribieran personas especializadas en una disciplina, sino que la característica de cientificidad le fue atribuida por el proceso de revisión por pares (más allá de la modalidad que esta adquiriera). Fue de esta manera que se conceptualizó la que es considerada la primera revista científica, Philosophical Transactions, de la Royal Society, con origen en el siglo XVII (1665) y sostenida por la propia comunidad académica en ese contexto. En el caso de esta revista, solo podían escribir científicos que fueran invitados (es decir, reconocidos) por integrantes de la comunidad científica. La historia plantea que el propio Henry Oldenburg, su editor, utilizaba su criterio de inclusión sin recurrir a entidades externas. Sin embargo, en 1752 se estableció un comité de selección de artículos que revisaba los manuscritos y votaba de forma secreta y sin discusión (Moxham y Fyfe, 2018).

Una segunda característica de la revista científica es la que se asocia a la construcción de comunidad: conceptualizar a la revista como un órgano que concentra la discusión de una comunidad epistémica; en ese sentido, las y los integrantes de la comunidad la siguen para conocer los nuevos planteamientos; es decir, el avance de un programa de investigación. En esta perspectiva, el valor de una revista está significativamente asociado a dos aspectos: que la comunidad se construye en tanto se convoca a que sea ella quien acompañe y garantice mediante la revisión por pares la relevancia, la calidad y el aporte de las propuestas académicas. Asimismo, que la construcción de comunidad es la propia colaboración entre quienes integran las respectivas comunidades epistémicas para la generación de propuestas y contribuciones.

En contraste con esta perspectiva, hoy y desde hace unas décadas, al convertir a las revistas en instrumentos de evaluación, las características mencionadas han dejado de ser centrales y, en cambio, los elementos definitorios son otros. La relevancia local, el aporte epistémico y la calidad de la unidad básica ya no son determinantes; estos aspectos no se observan en el contenido, sino que se infieren o se deducen desde el continente: por el lugar de publicación, la revista. En este tránsito de las revistas, se les atribuye un valor no por la comunidad que construyen, sino por sus indexaciones y métricas derivadas de la citación en conjuntos de información específicos denominados de supuesta “corriente principal”.

Al ser definidas las revistas como instrumentos de evaluación y suspender su función como medios de comunicación, la aproximación (de forma secundaria, la medición) a la forma en que se ha contribuido a los campos disciplinares pasó a realizarse mediante las citas recibidas por la revista y no al artículo. Desde fines del siglo pasado, las citas y el factor de impacto se convirtieron en los indicadores centrales de evaluación de las y los profesores e investigadores. Al adoptarse dichas métricas o aproximaciones, no es atrevido decir que empezó a modificarse todo el sistema de ciencia y tecnología, las misiones de las universidades y de la investigación, lo cual derivó en una apropiación de lo público, distorsionando la comunicación de la ciencia y, en particular, la finalidad y el sentido de las revistas científicas.

Por ello, en el presente trabajo se propone regresar a las cuestiones fundamentales: ¿Qué es la investigación? ¿Qué es un artículo científico? ¿Qué es una revista y cuál es su finalidad? ¿Es posible, en el contexto actual de evaluación académica, valorarla desde otra perspectiva con la finalidad de promoverla y conducirla como foro de discusión? ¿Una nueva valoración de la revista y de la publicación podría permitir a las comunidades académicas retomar el control y la propiedad de la comunicación de la ciencia, de los sistemas de valoración del trabajo y de los aportes realizados en la articulación con la sociedad? Las preguntas exigen cambiar el eje de la narrativa y abordar los sistemas, declaraciones, estrategias y políticas que han buscado, en las últimas décadas, preservar a la revista y a la publicación como estructuras de comunicación y de conexión para construir comunidades.

Desde hace tres décadas en Latinoamérica -CLASE con origen en 1975, Periódica en 1978, Latindex en 1997, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en 1967, Redalyc en 2003; entre otros- y desde hace 20 años en Europa -con las declaraciones de Budapest (Budapest Open Access Initiative, 2002), Berlín (Max Planck Society, 2003), Bethesda (Declaración de Bethesda sobre Publicación de Acceso Abierto, 2003)- inició un proceso que buscó que el sector académico y universitario condujera la evaluación, tuviera la propiedad de la comunicación científica y regresara a la sociedad lo financiado con fondos públicos: la investigación. Esto tiene un matiz: mientras que para Latinoamérica se trató de una tradición de comunicación científica no comercial y sostenida principalmente con fondos públicos, en regiones como Europa se trataba de un esfuerzo de reivindicación, dado que la publicación en esa región se ha conducido sobre una base privada y comercial.

En este contexto, se definió un principio ético: la ciencia financiada con fondos públicos debe estar a disposición de la sociedad, dado que es un bien común y público y su apropiación impide el derecho humano de acceder al conocimiento y sus beneficios como lo indica la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 27 (Naciones Unidas, 1948).

De forma relativamente concomitante a este contexto surgió una nueva tecnología que ofrecería la posibilidad objetiva para preservar a la ciencia como un bien público desde sus características materiales. La tecnología era internet, la cual permitía generar las condiciones de un bien público: no exclusión y no rivalidad. Que no sea excluyente implica que no es posible impedir a alguien su utilización o disfrute. La no rivalidad implica que si alguien lo consume, ello no impide que otra persona pueda hacerlo también.

Pese al consenso sobre la necesidad primordial de abrir el conocimiento y preservarlo, y pese a la existencia de los medios técnicos para lograrlo electrónicamente, los objetivos iniciales de apertura se han visto, desde entonces, desviados por intereses comerciales (Manifiesto sobre la Ciencia como Bien Público Global: Acceso Abierto no Comercial, 2023). El problema sistémico, con probabilidad más agraviante para la democratización del conocimiento, ha sido la evaluación, articulada a la privatización y a la comercialización del conocimiento. Cada vez hay más consenso en torno a que el modelo actual y dominante de evaluación ha conducido a escenarios no deseados inicialmente.

Hay consenso en que este esquema de valoración del trabajo académico no puede seguir. En este contexto ha tenido lugar dora (Declaration on Research Assessment, 2012), a la cual se han adherido 24,197 personas y organizaciones de 164 países; coara (Agreement on Reforming Research Assessment, 2022), a cuyo acuerdo se han sumado 644 organizaciones; y el Foro Latinoamericano sobre Evaluación Científica (FOLEC), el cual emitió en 2022 la declaración “Una nueva evaluación académica y científica para una ciencia con relevancia social en América Latina y el Caribe” (CLACSO y FOLEC, 2022).

A estas tomas de posición se articulan iniciativas como el Manifiesto de Leiden para las métricas de investigación (Hicks, Wouters, Waltman, De Rijcke et al., 2015); la Declaración de la Red Europea para la Evaluación de la Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades sobre los desafíos de la evaluación de la investigación en estas áreas de conocimiento (European Network for Research Evaluation in the SSH [ ENRESSH], 2017); la Iniciativa Helsinki sobre Multilingüismo en la Comunicación Científica (Federation of Finnish Learned Societies, The Committee for Public Information, The Finnish Association for Scholarly Publishing, Universities Norway et al., 2019); los Principios de Hong Kong para evaluar a los investigadores y fomentar la integridad de la investigación (Moher, Bouter, Kleinert, Glasziou et al., 2020); y el programa del Reino Unido Future Research Assessment Programme con origen en 2021 (Department for the Economy, UK Research and Innovation [UKRI], Scottish Funding Council, Higher Education Funding Council for Wales [HEFCW], 2021), por mencionar los de mayor trascendencia (Becerril-García y Aguado-López, 2023).

Si extendemos la necesidad del cambio en la evaluación a la problemática específica de la publicación, deben mencionarse dos declaraciones de principios esenciales que abordan la compleja problemática de la comercialización y la privatización: la Recomendación de la Unesco sobre la Ciencia Abierta (Unesco, 2021) y las Recomendaciones de Budapest con motivo de su 20º aniversario (Budapest Open Access Initiative: recomendaciones en su 20oaniversario, 2022). Ambas parten de la necesidad del cambio en la evaluación como eje central, pero enfatizan que debe impulsarse la publicación no comercial, denominada Diamante.

Teniendo lo anterior como preámbulo, identificar la forma en que una revista construye comunidad resulta determinante en la identificación y valoración de su contribución en la generación de conocimiento. Este es el objetivo del trabajo que se presenta sobre la RMIE.



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