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La relevancia del docente en la educación centrada en el estudiante

by staff

Se presenta una reflexión acerca de la importancia de la labor docente ante los cambios curriculares y las demandas educativas contemporáneas. El profesor debe ser capaz de encaminar sus esfuerzos en el proceso de aprendizaje de sus estudiantes, tomando como base sus propias experiencias y movilizándolas hacia el desarrollo de la consciencia colectiva, que haga frente a los desafíos actuales.


Introducción

La educación es uno de los derechos fundamentales que debe tener acceso cualquier ser humano (2013, recuperado de www.un.org/es/documents/udhr). Ésta debe ser de calidad y que promueva una formación integral de la persona, en los niveles afectivo, intelectual y de valores. México, como país en vías de desarrollo, evidencia avances a lo largo de su historia en cuanto a educación se refiere, aunque si se le compara con la comunidad internacional, aún muestra un déficit importante (INEE, 2016). Ésta pretende como fundamento último liberar al hombre, por lo que cobra vital importancia que los esfuerzos por educar al ser humano –independientemente de su condición de raza, sexo, posición social y económica- vayan encaminados a promover la inclusión como parte integral de la formación valoral y actitudinal que lleven a la paz y justicia social. La educación ha tenido distintos propósitos a lo largo de la historia. Por ejemplo, en la antigua Grecia, el pedagogo era un fámulo que pertenecía al ámbito interno del hogar y convivía con los niños o adolescentes, instruyéndoles en los valores de la ciudad, formando su carácter y velando por el desarrollo de su integridad moral. En cambio, el maestro era un colaborador externo al círculo familiar y se encargaba de enseñar una serie de conocimientos instrumentales, como la lectura, la escritura y la aritmética. El primero era educador mientras el segundo instructor. Asimismo, y siguiendo a Abagnano y Visalberghi (1992), la educación en dicha cultura, tenía la finalidad de que el ciudadano respondiera a las necesidades de su tiempo. Los guerreros, a temprana edad eran sometidos a pruebas extremas para valorar su resistencia física y valor. Los dirigentes eran preparados desde la filosofía para ejercer el gobierno de la ciudad. La enseñanza –que a nivel formal recae en primera instancia en la figura del docente- históricamente ha implicado una cierta forma de coacción, una pugna entre voluntades. La educación generalmente responde antes a los intereses de los educadores que a los de los educandos. Los niños son, por así llamarlos, reclutas forzosos, al ser quienes aseguren inmortalidad social. Si la educación implica tiranía, es una arbitrariedad de la que sólo pasando por la educación, se puede en alguna medida más tarde, librarse. El objetivo de los maestros es formar individuos capaces de prescindir de su auxilio, de caminar por sí mismos, de olvidar o desmentir a quienes les enseñaron (Savater, 1998).

Siguiendo a Díaz-Barriga (2005), los docentes se encuentran continuamente confrontados con la enseñanza que atienda las necesidades particulares de cada grupo, el auge del constructivismo y el declive de la instrucción programada –propia del conductismo- y un paradigma emergente, como es la educación virtual. Esto promueve que el profesor desarrolle distintos roles a la vez: por una parte, se le exige ser un erudito en su materia, en otras ocasiones se le solicita sea un promotor en las habilidades de aprendizaje, o bien, una adecuada fuente de información; difícilmente se le indica que el poner en práctica estos papeles es una opción, a la vez existen elementos mutuamente excluyentes de los descritos, de los cuales no se informa con claridad algunas incompatibilidades pedagógicas. Se piensa actualmente que los trabajos de los teóricos consolidados como Piaget, Vygotsky, Ausubel, Bruner o Taba, simplemente, así por decreto, pueden llevarse al aula de clase, lo cual es un grave error, ya que dichos autores no propusieron más que un modelo teórico –explicativo- y no uno didáctico. A nivel curricular, se encuentran las propuestas por competencias y del currículo flexible, ambas siendo poco materializadas e incluso, con escaso conocimiento de su instrumentalización didáctica. En referencia con el enfoque por competencias, la primera dificultad que encierra es la inexistencia de un concepto bien definido de competencia. En general, la competencia tiene tres componentes: conocimientos, habilidades y destrezas para resolver problemas en situaciones nuevas (Tobón, 2006). Un problema de este enfoque, es que las competencias sólo se han parcializado según las disciplinas y no en la problematización del conocimiento y resolución de problemas, esencia de este modelo. Por otra parte, se encuentra la disociación entre la planeación de las competencias con los contenidos, al supeditarlas a éstos y por ende, la evaluación se vuelve en este enfoque más compleja (Cano & Ion, 2012).

La sociedad del conocimiento y la educación virtual han permitido que, por ejemplo, la información disponible en internet sea sumamente basta y al alcance de muchos. El docente no sólo se ve inclinado a consultar estos contenidos para conocer su validez, sino además, para incorporarla incluso en su bibliografía. La labor del profesor en dicha era depende del trabajo interdisciplinario del experto en la materia, de quien domina el fundamento pedagógico y de quien maneja la cibernética, que asegure un mínimo de calidad en la educación a distancia (Tello, 2010). Otro desafío presente en la educación, es la masificación de la oferta educativa, sobre todo en el nivel superior. La mayoría de las instituciones particulares tienden a prestar mayor atención a las necesidades del mercado que a los propios fines educativos; existe más competencia entre escuelas de educación superior, aumento en la movilidad tanto de estudiantes como de docentes y el nombramiento temporal o de tiempo parcial de estos últimos, impidiendo el acceso a un empleo estable. El panorama señalado, no precisa un incremento en la calidad educativa, a veces sólo evaluada por estándares internacionales, que si bien son necesarios, se requiere del acompañamiento de otros indicadores –coevaluaciones, autevaluaciones, evaluación de los directivos, entre otros- que coadyuven a la mejora en dicho rubro (Santiago, 2016). Aunado a esto, surge la necesidad de una verdadera profesionalización docente y un incentivo a las actividades de investigación, cuyo fin sea la retención del personal con un nivel de excelencia, que impida la “fuga de cerebros”. Una vez establecidos los anteriores argumentos, la pregunta que pretende responder el presente escrito es la siguiente: ¿Cómo puede el docente propiciar una enseñanza significativa que permita hacer frente a la realidad educativa actual? Una respuesta preliminar, que en sucesivas líneas se irá fundamentando, es centrar la educación en el propio estudiante, que pueda recuperar la experiencia de éste y vincularla eficazmente con el nuevo conocimiento y pueda ser una persona integral. Se reflexionará a partir de distintas visiones pedagógicas como la educación personalizada, el enfoque crítico, la educación individualizada, culminando con la educación humanista y comentarios finales que convergen en una propuesta.



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